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Crónica: I Vuelta Cicloturista a España

Se ha completado con éxito la primera edición de una marcha por etapas, con El Barco de Ávila como final y salida de ellas

 

José Ramón Castro Iglesias / Ciclismo a fondo

 

El ciclismo no competitivo, con tradición centenaria en países vecinos, nunca estuvo claramente definido en el nuestro. A mediados del siglo pasado hubo un intento de estructuración creando la Comisión Nacional de Cicloturismo (CNC). La idea languideció pero con la llegada de la democracia se le da un gran impulso y las marchas cicloturistas proliferan  por toda España. Quizá porque el cicloturismo se nutría por quienes abandonaban la competición,  nunca estuvo claro el límite entre las dos disciplinas, considerando al cicloturismo el pariente pobre, que solamente se mantenía por la cantidad de licencias que generaba.

 

Entrado el siglo XXI la CNC reglamenta las excursiones por categorías: marchas, medio fondo, gran fondo... Pero siguen siendo medio marchas, medio carreras, cuando no competición pura y dura. Cuando a las Copas de España se añade la de Ciclomaratones  se reconoce el cicloturismo practicado en rutas abiertas con el único requisito de cumplir unos controles de paso dentro de un margen horario.

 

Con la Vuelta a España  Cicloturista hemos reconocido una nueva modalidad: la marcha regulada con un grupo estructurado que rueda a velocidad constante cumpliendo horarios de paso y paradas.

 

Esto es para mí el hito histórico que significa la I Vuelta a España Cicloturista, al igual que existe el Tour, y espero que sirva de ejemplo para que se desarrolle esta modalidad. Todo necesita un aprendizaje. Se demostró tanto entre los participantes como equipo organizativo. Habrá que mejorar pero ha sido un éxito.

 

 

En siete etapas

 

Salimos de Gijón entre las brumas del Cantábrico, prados y bosques mientras subimos y bajamos puertos. Para cuando encaramos el coloso Pajares el sol había vencido a la niebla y calentaba con ganas. La gran diferencia de edades y nivel deportivo de los participantes hace que, con 100 km en las piernas superen los desniveles de hasta el 17% con los recursos a su alcance. Reagrupados en lo alto, mirando a Valgrande, despedimos los cordales de Asturias, a nuestros pies, y la mole de las Ubiñas jugando con las nubes a sus casi 2.500 m. El estructurado pelotón, tras otros 70 km gana la Virgen del Camino, a las afueras de León.

 

El protocolo hace que las salidas se produzcan a media mañana cuando la ola de calor sahariano ya se deja sentir. Son 150 km por la inmensa llanura entre cultivos de regadío del Páramo Leonés o los cereales de las tierras zamoranas. La ligera brisa del norte facilita las cosas y cruzando Zamora rendimos viaje en Villaralbo. Sería la etapa más fácil.

 

Tercera etapa, camino de Salamanca. El calor se hace presente y el campo charro cambia cereal por dehesa ibérica. Cruzado el Tormes la ruta se empina y el calor aprieta. De los sotos ha desaparecido el frescor del río y son candentes hornos. El puerto de Vallejera es un alivio de frescor entre los pinos a pesar de las rampas. Rendimos viaje en Béjar. A las nueve de la noche los termómetros marcan 30º.

 

Cuando salimos de la ciudad lanera en la cuarta etapa, el pelotón gana prestigio: además de El Gran Marino que nos acompaña desde Gijón, se une Lale Cubino. Subimos Cantagallo suavemente entre el frescor del arbolado y la expectación de un toro zaino a la orilla del camino, para bajar el Puerto de Béjar hacia la olla borbollante placentina mientras el ábrego viento frena y recalienta  al pelotón. Cruzamos Plasencia y enfilamos el valle del Jerte. El cambio de dirección pone al viento de cola y el organizado grupo gana Cabezuela del Valle con facilidad. Antonio nos brinda las excelentes cerezas picotas de la tierra como estímulo para coronar Tornavacas. Reagrupados en el alto, despedimos Extremadura y bajamos vertiginosamente al Barco de Ávila, perla a orillas del Tormes con Gredos y su Almanzor en el horizonte.

 

La quinta etapa hubiese sido una delicia si el calor no nos torturara por las parameras avileñas y segovianas. La llegada al Real Sitio de la Granja de San Ildefonso pagó todos los sufrimientos.

 

Sexta jornada: salida del incomparable Valsaín en medio del bosque de centenarios pinos silvestres. Se ha salido temprano y vamos lamiendo la falda norte de Somosierra con un ritmo cómodo que nos permite llegar a medio día a la preciosa villa serrana de Ayllón. Por fin una tarde que no padecemos el vaho del asfalto. Tomamos café en la porticada plaza medieval rodeados de piedras cargadas de historia.

 

Madrugamos para hacer la última jornada. Dejando la provincia de Soria al norte, coronamos la Sierra de Pela, entrando en los agostaderos de estas tierras altas de Guadalajara repletas de hermosas vacadas. Pasado el castillo de Galve de Sorbe el praderío se hace pinar pero cuando perdemos la cota de los 1.500m la bajada no es continua y los sucesivos repuntotes consumen las menguadas reservas. A mediodía el norte de Madrid es un infierno pero rendimos singladura en Colmenar Viejo más muertos que vivos.

 

Ha merecido la pena. Es sentimiento común dar continuidad a la experiencia. Aunque pocos, la convivencia entre cicloturistas de los cuatro puntos cardinales de España ha sido una gran vivencia. Gracias a la CNC con Antonio González y todo su equipo.

 

 

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